Tiempos de mujeres vs. tiempo de pandemia

La pandemia de COVID-19 exacerbó la desigualdad preexistente y las mujeres enfrentan las devastadoras consecuencias

Por Anabel Antuña Alfonso

unsplash-image-raU50Q_AcS0.jpg

En la etapa de pandemia que vivimos como consecuencia de la Covid 19 se han profundizado las diferencias entre distintos grupos sociales, se han hecho evidentes las relaciones de dominación de unos sobre otros.

La profunda crisis que vive la sociedad capitalista se ha hecho evidente en esta etapa en que para salir a flote vuelve a explotar a grupos más desfavorecidos, migrantes, indocumentados, con trabajos precarios, grupo lgtbiq, etc.

El virus no decide a quien perjudica pero el sistema capitalista y patriarcal sí. De  nuevo las mujeres han llevado la peor parte en esta crisis que ha sacado a flote inequidades y violencias de género que el movimiento feminista mundial viene denunciando hace décadas.

Disímiles han sido las tensiones, problemáticas y situaciones que han tenido que enfrentar las mujeres en este tiempo de distanciamiento social que muestran una vez más su condición de vulnerabilidad y desventaja social respecto a los hombres.

Las mujeres desde antes de esta pandemia, y sin dejar de hacerlo durante ella, han estado en la primera línea de combate como cajeras de tiendas, doctoras, enfermeras, auxiliares de limpieza, trabajadoras domésticas, profesoras.

Merece especial atención la situación de quienes se desempeñan como trabajadoras domésticas en hogares particulares. Estudios demuestran que más del 70% de las personas que trabajan como empleados domésticos son mujeres. 

A pesar de los avances que se han logrado en este sentido (creación de políticas públicas, sindicatos y atenciones especiales) aún sigue siendo este uno de los sectores con mayor porcentaje de personas que no están registradas en la seguridad social. Esto significa que  muchas mujeres quedan en las calles por decisión de sus empleadores y no tienen ningún derecho laboral que las proteja ni las ampare. Muchos de los hogares en que las madres son trabajadoras domésticas, son también hogares monoparentales de los cuales ellas son la cabeza de la familia, es decir, la única fuente de ingreso de la cual depende el resto de sus miembros. Como han demostrado numerosos estudios, las mujeres ocupan puestos de empleo de menor remuneración que los hombres, al punto de feminizar ciertos sectores como el de las trabajadoras del hogar.

Muchas de ellas han sido obligadas a seguir trabajando en estos tiempos de pandemia en la casa de sus jefes, algunas incluso en casas donde hay enfermos por Covid 19. No han tenido otra opción que asumir el riesgo y enfrentarse al virus mortal, arriesgando su vida y la de su familia o prescindir de la única posibilidad de sustentar a su familia. 

Estas mujeres han tenido que asumir múltiples funciones que antes no les correspondían y que aumentan la exposición a la enfermedad: Ahora tienen la obligación de hacer las compras en los supermercados, ir a buscar el correo, abrirle la puerta a todos los servicios a domicilios solicitados por las familias, y las más exigentes han incluido la atención de sus animales domésticos con servicios de veterinarios y peluquerías caninas. 

Al no contar con un contrato formal ni un respaldo de la seguridad social, las nuevas demandas en tiempos de pandemia no se traducen en aumentos de medios de protección, ni mucho menos de salarios. También estas mujeres exponen su vida y las de su familia al virus todos los días cuando  se montan en las guaguas o en el transporte público para ir y virar a las casas donde trabajan. 

Otra problemática que surge en estos tiempos de Covid 19 y el confinamiento necesario para proteger la vida, es el aumento del trabajo no remunerado en que las tareas dentro del hogar se multiplican. En estos tiempos es vivible y visible las triples jornadas que llevan las mujeres: trabajan en la calle, trabajan en sus casas, trabajan en proyectos, asumen además el cuidado de hijas, hijos o incluso de los ancianos que viven en casa. La suspensión de las tareas educativas implica que niños, niñas y adolescentes permanezcan en el hogar, lo que conlleva una mayor carga de las tareas de cuidado.

La evidencia en este sentido es contundente e indica que el trabajo doméstico y de cuidado recae mayoritariamente en mujeres, niñas y adolescentes. Esta nueva situación tensionará aún más la ya difícil conciliación del empleo con las responsabilidades familiares, y las actividades de ocio y cuidado personal. 

Muchas mujeres han tenido que adaptarse a la modalidad del teletrabajo, nueva experiencia a la que se enfrentan, otras se han visto obligadas a renunciar a sus fuentes de ingresos como consecuencia del aumento de las tareas familiares, asumiendo la mayor parte de las veces las nuevas demandas de la situación de aislamiento. La mayor parte de las científicas mujeres han escrito menos que los varones y han producido en condiciones peores que las habituales (largas jornadas de trabajo atendiendo al resto de la familia, teletrabajo de noche después de acostar a los niños, multitareas, etc.)

Esta situación también se hace difícil porque la consigna de aislamiento social y confinamiento en el hogar se promueve bajo la premisa de que es el lugar seguro desde el cual enfrentar esta pandemia, pero esto no es así para una de cada cinco mujeres. Según datos de la última Encuesta Nacional de Prevalencia de Violencia Basada en Género y Generaciones, realizada en el 2019. El 18,4% de las mujeres vivieron situaciones de violencia por parte de la familia en los últimos 12 meses, el 19,5% por parte de la pareja o ex pareja. Esto abarca episodios de violencias psicológicas, económico-patrimoniales, físicos, digitales o sexuales. El confinamiento reforzó y exacerbó estas relaciones de poder. Así la Covid 19  impactó sobre esta dimensión aumentando los factores de riesgo y por ende, la incidencia de la violencia doméstica que afecta mayoritariamente a mujeres, niñas, niños y adolescentes.

Cuando hablamos de las tareas de cuidado no se trata solamente de cuidar a los enfermos, sino de criar, alimentar, vestir y educar a niños, cuidar, bañar, acompañar y proveer medicamentos que requieran las personas adultas mayores que  requieren de mayor asistencia. Esto  aumenta el tiempo de permanencia dentro de sus hogares, así como la demanda de tareas que implican gestiones externas. Es también dedicarles tiempo a los pequeños de casa, jugar con ellos para que no caigan en un estado de ansiedad por tanto tiempo en casa sin tener vida social ni contacto con los amiguitos del barrio o la escuela.Es asumir la labor de la escuela para continuar con los deberes de clase, para asegurar que los menores de casa continúen con su desarrollo escolar. 

Con la pandemia el tiempo de la mujer no tiene nada que ver con las horas que marca el reloj, el día no alcanza para cumplir con todo el trabajo que recae en ellas. En estos meses, el uso del tiempo principal de las mujeres, de sus energías vitales (intelectuales, afectivas, eróticas, espirituales) y la inversión de sus bienes y recursos van para el otro, es decir, han perdido la noción de su cuidado personal.      

El cuidado también es la reproducción, la alimentación y en estos tiempos de pandemia se ha incrementado la crisis alimentaria. En muchos países se ha visto cómo el desabastecimiento ha generado una especulación donde dejará a muchas personas sin sustento alimentario. Muchas mujeres han continuado  sembrando  y dando alimentos a las comunidades, han vuelto al intercambio con pescadores locales, defienden la existencia de los mercadillos para poder independizarse de los supermercados. 

Esta pandemia ha hecho más visible lo que pasa cada día con la guerra, las mujeres indígenas latinoamericanas y caribeñas son expropiadas de sus territorios injustamente, aumenta cada vez más la contaminación y la destrucción de la naturaleza. En los pueblos empobrecidos muchas mujeres trabajan y defienden la tierra, pues los bienes utilizados como recursos naturales  proceden del rio que ellas aman, las medicinas de las plantas que cultivan, los alimentos de las semillas que conservan, y es por ello que estas mujeres han sido saqueadas, atacadas, asesinadas, las oprimen impunemente para el beneficio de las empresas extractivas en detrimento de la vida de los pueblos originarios.

La reproducción es también  el cuidado de la naturaleza. En la agricultura sustentable donde las mujeres son las primeras trabajadoras no tienen un fin lucrativo, sino es una agricultura de sustento de sus familias. De esta manera pueden velar que ese alimento que entra al cuerpo no las va a matar porque cada vez más el capitalismo industrializa la agricultura, provocando muchas enfermedades como el cáncer y la diabetes, entre otras.

En estos tiempos difíciles las mujeres indígenas han llamado mucho a la creación de pequeños huertos en casa para tener las hortalizas básicas y fundamentales para alimentar a la familia. También han incentivado la lucha por la creación de las comunas, donde la solidaridad sea uno de los valores fundamentales que prevalezca en sus vidas para que todos en la comunidad tengan alimentos sanos que les permitan subsistir. Aquí es fundamental el “da lo que tienes y no lo que te sobre” porque la filosofía de estos comunas es ayudarse todos  para lograr mejores condiciones de vidas. 

ANABEL ANTUÑA ALFONSO es una estudiante de sociologia en la Universidad de la Habana

Bibliography:

  1. “Cuidar, cocinar, limpiar. Transitar hacia la muerte en tiempos de Covid 19”. www.sinpermiso.info 12 de julio de 2020.

  2. “Hablemos de vida: Las defensoras aportan saberes y alternativas frente a la crisis”. www.pikaramaganzine.com 26 de abril del 2020.

  3. “Son días de silencio inusual en la favela”. Revistaanfibia.com 20 de julio del 2020.

  4. Federeci, Silvia. “Capitalismo, reproducción y cuarentena” 21 de abril del 2020.

  5. Osorno, Juliana  Ángel. “Las más perjudicadas por el coronavirus son las mismas de siempre”, www.vice.com 19 de marzo del 2020.

  6. Vientosur.info. “El virus no discrimina: inequidades de género en la pandemia.” https://ladiaria.com.uy 19 de abril del 2020.

  7. Villar Muñoz, Lissy. “Patriarcado en tiempos de coronavirus”, La Tizza https://medium.com 27 de abril de 2020.

Previous
Previous

Una fatal tradición

Next
Next

Los estudiantes de la Universidad de Massachusetts, en Amherst, reaccionan al semestre en línea de otoño